sábado, 14 de enero de 2012

Saliendo de boxes

Recomendado para tomar mientras se lee este cuento: Mocacchino de máquina en vasito de plástico

Jüner había estudiado administración de empresas pensando en trabajar con su padre en la fábrica de tuercas que su bisabuelo fundó, pero su padre tenía la costumbre de olvidar el arduo trabajo que sus antecesores habían hecho para construir aquel imperio de las tuercas y aquella noche en el casino todo el esfuerzo de tres generaciones de la familia Vansmel se esfumó, cuando la pelotita se posó en el cero.

Dhalma, la madre de Jüner, se entregó a la bebida (barata) luego de que una cuadrilla de hombres se llevara de su casa todas las joyas, electrodomésticos y piezas de arte, y Jüner compró por primera vez en esa familia el diario del domingo. Envió su elaborado currículum a veintisiete empresas, de las que respondieron varias.

Jüner se encontró entonces trabajando en una cómoda oficina, haciendo uso de diversos beneficios que comparados con la vida que solía llevar eran castigos, aunque él era feliz, se sentía útil, se notaba vivo. Sus tareas no eran en absoluto complicadas: llenar planillas y mandar e-mails eran practicamente todo lo que debía hacer.
El único problema se ubicaba del otro lado del box, donde una majestuosa mujer atendía llamadas telefónicas usando unos auriculares de vincha que traían incluidos el micrófono. A Jüner se le ocurrían constantemente comentarios para hacerle relacionados a un micrófono, pero no se atrevía a hacerlos salir de su boca. Ella solía mantenerle la mirada, al mismo tiempo que con la mano acercaba al máximo el micrófono a sus labios. Jüner guardaba cada imagen para masturbarse por la noche, en el pequeño monoambiente que se había alquilado en el centro.

Una tarde, Jüner se pidió un mocacchino en la máquina de café. Al sacarlo y girar, el pequeño vasito de plástico impactó contra el profundo surco que se hacía entre las tetas de Uma, la telefonista del otro box, enchastrando por completo la blusa de la señorita. Jüner corrió a su escritorio, recordando que tenía el tupper del almuerzo envuelto en una servilleta de tela limpia. Le costó un par de minutos encontrarlo debido a los nervios, cuando al levantar la vista se llevó una sorpresa. El chat interno de la empresa anunciaba un nuevo mensaje: Uma dice: Te espero en el baño de lisiados, entrá y trancá la puerta. Ah, la servilletita reservátela para vos, la vas a necesitar ;) .

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