sábado, 6 de febrero de 2016

Lo sé, Margarita

Voy a tomarme una pequeña licencia dentro de lo que es "Cuentos de Café Corto" y salir del formato que suelo darle a mis publicaciones acá, para de esta forma compartir con uds una carta que resultó 3era en el concurso internacional "Cartas que nunca escribiste", de Alicante-España.

Escribí "Lo sé, Margarita" específicamente para dicho concurso, y tengo el inmenso placer y el honor de haber resultado 3ero (1er accésit) entre 830 participantes, además de ser incluido en un libro recopilatorio de las mejores 128 cartas que será publicado a la brevedad.

Los dejo entonces, con "Lo sé, Margarita". Espero que lo disfruten tanto como yo.

Ger

Lo sé Margarita

Cabo Polonio, Rocha, Uruguay – Algún día de Noviembre de 2011

Querida Margarita,

                Mi amor, te escribo apenas despierto, junto al arrullo de las olas y perdido en lo más profundo del horizonte, como suelo perderme en los confines de tu mirada. Sé, mi amada Margarita, que nuestro casamiento te desveló las noches de los últimos tres meses, que recorriste bazares, mercados y almacenes, incluso cruzaste el Mediterráneo hasta encontrar las telas exactas que querías para tu blanco vestido, que gastaste, perdón, invertiste en ropa un dineral, para usarla una noche y luego convertirla en recuerdos. Sé también que probaste dulces y manjares, que contrataste chefs franceses, vascos y peruanos, que viajaste junto a tu querida madre por las más importantes capitales de Europa para encontrar los platos que tu refinado paladar exigía, créeme que lo sé, mi amor. No pienses que olvidé tu petición de que afeitara mi barba, tu voz amenazante por ver mi piel reluciente cual cara de bebé, no asumas, te pido, ni por un instante que descuidé esas órdenes. Margarita ruego, suplico, que no caigas en la falsa idea de que escapé, sé lo importante que este día resulta (o resultaba) para ti y tu familia, principalmente para tu padre y sus amigos coroneles, comandantes y demás rangos militares que en estos momentos, a causa del salitre y el ron, no logro recordar. Sé que dije que la despedida de soltero sería simple, que asaríamos un cerdo con ciruelas pasas y ron, cantaríamos algunas canciones y volveríamos a casa, los muchachos y yo… Te juro que las cosas fueron sucediendo una tras otra, a causa de una desafortunada cadena de errores. Entiendo que no debí pedirle a Ramonceti que se encargara de conseguir las pasas, y a Eneufredo el cerdo… mucho menos debí encargarle el ron al pequeño Tomasín, pero los nervios y la emoción de mi inminente abandono de la condición de soltero me jugaron una mala pasada, ¿cómo iba a imaginar que mis amigos de toda la vida, mis hermanos, confundirían los pedidos y llegarían portando todos ron? ¡No había forma de anticiparse a eso! Y me imagino, mi lejana Margarita, que entenderás que no podíamos hacer otra cosa salvo brindar. Sé que pensarás que la despedida era en Cádiz, y que estoy escribiendo a más de catorce mil kilómetros de distancia, sé también que mi último llamado fue cuando conocimos a unos marineros Sudafricanos con los que entablamos rápidamente una fraternal amistad, y que seguiríamos la fiesta con ellos en su barco, en el que prometían llegar a las hermosas playas vírgenes de un pueblito perdido en el océano Atlántico donde no hay electricidad, ni chefs internacionales, ni tarjetas de débito, rangos militares o salones seis estrellas de hoteles de lujo. Lo sé Margarita, lo sé. Lo que no sé, básicamente, es qué día es hoy y cómo voy a hacer para enviarte esta carta y contarte que difícilmente llegue en hora a la ceremonia.

Te quiere con locura,


Aniceto.




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