viernes, 17 de marzo de 2017

El ídolo

Lala es de las mujeres más sensuales que conozco, tiene un cuerpo maravilloso y un misterio en la mirada que me invita a querer recorrerla por completo cada vez que la veo. Apenas unos centímetros más baja que yo, portando una apetitosa boca y un par de tetas que son el paraíso de cualquier mano que pueda acariciarlas y contenerlas, el manjar prohibido para la boca a la que se le permita saborear sus pezones. Hace mucho tiempo que espero una oportunidad con Lala, una oportunidad de desnudarla despacio y de demostrarle, cual musa y diosa que es, todo lo que genera en mí... Una oportunidad de vendarle los ojos y acariciar su piel con la yema de los dedos hasta erizarla por completo, de masajearle la espalda hasta que la comodidad, la relajación, la excitación y el placer se fundan en una sola cosa, una oportunidad de calentarla hasta que su mente se enceguezca, una oportunidad de coger con ella como nunca antes cogió con nadie, de devorarla hasta que veinte orgasmos estallen en mi boca.

En una charla trivial apareció esa oportunidad, al enterarme que moría desde que estaba en la pre-adolescencia con un músico idolatrado por multitudes, el cual casualmente tocaría en el país y en cuyo concierto participaba un sponsor que había patrocinado varios de mis libros. Me puse en contacto, conseguí dos entradas, y la invité a un fin de semana en el interior del país para ver tocar a su ídolo. Y vaya si lo vería tocar.

Llegamos al recinto donde ya se habían amontonado varios miles de personas, descubriendo que nuestra ubicación nos permitiría apenas ver al artista desde lejos. Si bien Lala estaba muy entusiasmada, yo había imaginado la noche de una forma muy distinta por lo que intenté jugar algunas fichas. Le pregunté a un utilero dónde había alguien del equipo de producción, por lo que terminé hablando con el stage-manager y posteriormente, a esperar a la productora general del concierto. Al llegar y verme, la chica pegó un grito: “¡Santino Caronte! ¡No lo puedo creer! ¡Me fascinan tus libros! ¿En qué te puedo ayudar? Pedí lo que quieras” Le confesé que ese tipo de frases conmigo eran peligrosas, ya que yo solía razonar todo con la mente sexópata que me había llevado a convertirme en un autor de literatura erótica. “Bueno, eso podemos charlarlo después, ¿en qué puedo ayudarte ahora?” Replicó.

No más de un minuto más tarde Lala y yo estábamos al pie del escenario, en un pequeño sector VIP al que apenas una decena de personas habíamos podido ingresar. El hombre apareció y brindó un show perfecto por todas las áreas, dedicando además miradas, señas y canciones a Lala que miraba el escenario maravillada y cantaba todas las letras. La energía comenzó a subir, la pulsión sexual estaba en el aire y la noche pintaba muy bien. Se cantaron varios bises, y luego de un inmenso aplauso final nos dirigimos a la puerta, con la plenitud de Lala en su máxima expresión, a nivel físico, mental, energético… Todo, todo, absolutamente todo venía saliendo a la perfección, hasta que la productora general nos salió al cruce: “¡Santino! ¿Ésta es tu amiga?” Y dirigiéndose a Lala agregó “¿Querés conocerlo? Acepta sólo dos visitas en su camerino después de los shows. Santino tendría que esperar en la puerta” Lala sintió como sus pupilas se dilataban, me miró para exclamar un “¿a vos no te jode, no?” lleno de amabilidad, y emprendió un apurado y entusiasmado paso detrás de la productora. Al llegar al camerino me quedé en la puerta, como habíamos acordado, y el músico (en jean, descalzo, sin camiseta y tomando del pico una botella de agua helada) recibió a Lala. Charlaron un poco, se sentaron en un sillón que parecía ser la comodidad máxima convertida en un mueble, compartieron algunos bocaditos salados, vino y pequeños bombones de chocolate, y en un determinado momento que no sé muy bien cómo llegó, se besaron. Ella aprovechó, rauda y veloz recorrió abdominales y pectorales del artista con la mano bien abierta, lo recorrió desde el cinturón al cuello, la nuca, hasta que en una de las bajadas dejó caer más la mano y le agarró el paquete con entusiasmo y firmeza. Él, con mucha delicadeza, metió la mano bajo la pollera de ella y la masturbó lentamente, con paciencia, buscando cuidar el goce de la maravillosa mujer que lo acompañaba en el sillón, mientras al oído le cantaba fragmentos de las canciones preferidas de Lala. El orgasmo la crispó, encorvó y sacudió entera, mientras yo prácticamente arañaba el marco de la puerta desde mi posición de espía voyeur.

Entonces el músico se levantó, le pidió disculpas y explicó que necesitaba dedicarle tiempo a algunas cuestiones técnicas, ya que emprendían viaje temprano y él era muy detallista, por lo que necesitaba ponerse a trabajar. La tomó de las manos, la ayudó a pararse y le dió un beso dulce y profundo en los labios, para después tomar un trago de agua y desaparecer por una puerta lateral. Lala quedó ahí, parada en el medio la habitación con la mirada perdida, hasta que en un sondeo de su entorno me descubrió espiando. Me sonrió, arqueó las cejas y dejó escapar un “¡Fua…!”. Yo ya no podía aguantar más las ganas de verla desnuda y multiplicar por diez ese orgasmo que ella acababa de vivir. Y me acerqué, jugando el todo por el todo.

En un momento, pasados veinte o veinticinco minutos, pensé en la idea de cantarle alguna canción al oído, pero ese no era mi rol, me habría visto tremendamente ridículo e inmaduro, y además… tenía ocupada la boca en algo mucho más interesante que cantar.   
Para resumir lo vivido simplemente voy a agregar que dormimos las más de 5 horas que duró el viaje, y que Lala dejó escapar varios “¡Fua!” más aquella noche en la que ella cumplió sus sueños y yo también cumplí los míos.

3 comentarios:

  1. Sin palabras!!!!!!
    Volo mi imaginacion. Me encanto!!!!
    Felicidades German!!!

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    1. ¡Muchas gracias Carolina! Me alegra que hayas dejado volar la imaginación, ese es el objetivo de todo lo que escribo. Te invito a recorrer el blog y, si te llega a interesar, a comprar el libro también y disfrutar de 50 cuentos en calidad de impresión fotográfica digital.

      ¡Gracias por leer y por las felicitaciones!

      Germán

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  2. Muy bueno tu cuento corto, Bernardo!¿Lala no vivirá por el barrio? Me dieron unas ganas de conocerla, fua!

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