lunes, 4 de julio de 2016

Onírica

Recomendado para tomar mientras se lee este post: Café negro, con crema batida, chocolate rallado y Jack Daniels.

No sé cómo terminé ahí con Maitè, sólo puedo recordar la dulzura y el 
inmenso placer que me generaba ese momento: pero únicamente en ese 
momento, ahora me genera tristeza, nostalgia, deseo de repetición. 
Maitè recostada con la cabeza en mi hombro, mi nariz y mi boca juegan con 
sus pezones, ella toda transpirada, tranquila, desnuda. Mis manos recorren su 
piel caliente con tranquilidad, con la paciencia de un experto que sabe cómo 
lidiar calmo con una bomba, mis dedos la recorren por fuera y por dentro. De 
pronto el soul invade el espacio… Un piano entre melancólico y sugerente 
acompaña la escena perfectamente, mientras Rachel Ferrell canta con mucha 
sensualidad que ella “puede explicarlo”. Maitè se retuerce, tranquila, 
disfrutando cada minúsculo rincón del espasmo que la visita, se muerde los 
labios, aprieta los ojos, los relaja mientras la cantante gime y el piano se crispa, 
los abre y me mira con la respiración entrecortada, me muerde y vuelve a 
recostarse.  
Hace tiempo que no comparto un rato tranquilo con ella, o una charla 
profunda, personal. No sé si encontró el amor, no sé si es feliz, me importa, lo 
juro que me importa. Siento que el momento cura mis penas, rejuvenece mi 
alma, todo es obsesivamente perfecto. La humedad de su femineidad mas 
privada, su calor, el sabor de mis dedos al llevármelos a la boca, sus pechos 
erizados, las gotas de sudor que bajan por su cuello y que contrastan con la 
dulzura que anteriormente dejó en mi lengua… Tras el tercer orgasmo la 
morocha gira y se sube a mi pierna, la monta y se masturba despacio, me usa, 
me ignora,  soy simplemente un instrumento a través del cual está 
encontrando placer y eso me gusta, me calienta, no hay “porqués” en este 
juego, no hay reglas, la confianza y la libertad son el casal de reinas lesbianas 
 que rigen el feudo de la cama de Maitè. Nota mi calentura después de acabar 
dos o tres veces seguidas, pero no para, me agarra fuerte de la base de la verga 
y me masturba lento pero apretado, desde abajo hasta la cabeza, gime, gruñe, 
pareciera que todo mi ser se hunde en su interior y que la lleno 
completamente por dentro, entra en una especie de trance, me coge la pierna 
y cae desfallecida sobre mi pecho mientras la respiración se me corta y veo 
puntos blancos en una oscuridad prácticamente absoluta. No hay juicios de 
valor, somos un dúo perfecto del placer y la lujuria que no necesita excusas.  
Esperanza Spalding entona “I Know you know” y el destino demuestra 
ferviertemente estar jugando con nosotros, la miro y le digo con los ojos que 
me puede, que genera cosas en mí únicas, perversas y mágicas 
simultáneamente, que quiero volver a jugar, que sin dudas el mundo es un 
mejor lugar después de un encuentro con ella. Me despido calmo por fuera, 
pero sintiendo la insoportable necesidad de pasar horas recorriéndola, no 
contengo las ganas de decirle que me encanta.  
Erykah Badu canta “Didn’t Cha Know” mientras camino por la noche 
montevideana y en mi mente resuena el aroma intenso de Maitè. 

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